Cerca de 11 años atrás, conocí por primera vez se cerca a 51 hermanos que habían dado su vida por Cristo, pude compartir con ellos cerca de una semana, y aún recuerdo, la mañana en que me despedía hasta “la próxima vez”. Les hablé de que me ayudarán en mi caminar como sacerdote (no llevaba todavía un mes de consagrado) y era algo que muchos de ellos no había podido logar porque Cristo y la Vida les pidió el mayor testimonio que podían dar: Dar su sangre por Cristo y por la Fe. También les hablé de las vocaciones en Chile, algo se hacía y algunos jóvenes que sentían la llamada comenzaban a dar sus primeros pasos formativos. Les pedí con cariño cordial que nos bendijeran con nuevas vocaciones y que en la juventud de Chile y en particular de nuestras comunidades hubiese muchos que como ellos supieran dar el sí a Cristo dejándolo todo por el Reino.
Me despedí cariñosamente como quien se despide para hacer un largo viaje sin saber si otra vez se volverá a reencontrar.
Han pasado 11 años, mi vida misionera ha tenido muchísimas experiencias, el Espíritu de Dios y la Madre Congregación me ha regaloneado con miles de rostros de hermanos y hermanas, caminantes de un mismo camino, anunciadores como yo del Reino de Dios.
Hoy me vuelvo a encontrar con mis 51 hermanos, ellos siguen ahí, yo con muchos cambios en mi vida (bueno y malos) – Dios sabrá cómo me seguirá fraguando- lo interesante de ello es que nuestro diálogo en esta oportunidad topó los tópicos del ayer.
Les comenté de mi vida misionera y lo agradecido y orgulloso que me siento de ser Hijo del Corazón de María, seguidor del evangelio como Claret y como ellos, les dije que en ocasiones, he sentido dolor porque hay sectores eclesiales en que parece que ser claretiano no les agrada mucho a otros, pero bueno, no a todos debemos caerles bien, sin embargo como también ellos sabrán que el aporte que hacemos los claretianos en otras latitudes del mundo (Asia. África, América) lugares donde ellos pensaban ir… la Palabra de Dios se sigue sembrando y cae en buenos surcos.
Un tema ha cambiado, les comenté, es respecto a la juventud y pastoral vocacional… Les charlé de mi preocupación y pena al ver que en Chile pocos jóvenes de nuestras comunidades sienten en su corazón el anhelo de seguir más de cerca a Cristo… que a veces sienten el entusiasmo pasajero, pero que cuando perciben que ello implica algunas renuncias y compromisos los inunda un silencio de sentir… “eso no es para mí”.
Mis 51 hermanos, me preguntaron… ¿pero, es que no tienen en su interior sueños de luchar por un mundo mejor? ¿Es qué no quieren comprometerse con la misma fe que profesan? ¿Qué tipo de amor corre por sus venas? ¿Un amor pasajero, momentáneo? ¿Tienen en vez de sangre con pasión; sangre “de ganas sí, ganas no”?
Ante esas interrogantes, guardé un rato de silencio, silencio que ellos supieron acoger con paciencia de sabios…
Sí, les dije, tienen ganan, pero a veces son inmediatistas, y en otras viven con tantos problemas (pequeños a veces) pero que para ellos son una verdadera tormenta y es entonces en que la fe se tambalea.
Pero ¿escuchan a Dios? Me preguntaron… Mmmm, a veces… dije yo… a veces cuando pueden sacarse de sus orejas los audífonos del mp3 o cuando dejan de teclear en sus celulares y llegan a sus habitaciones a encontrarse con el poco silencio que hoy pueden cultivar…
Ahí tienes una razón – me respondió uno de ellos – Nosotros somos hijos de una generación que supo cultivar el silencio no como aislación del mundo y de los otros, sino como el “humus” donde podríamos escuchar a Dios y escucharnos a nosotros mismos… En el silencio escuchamos la voz de Cristo en el momento que nos llamó a seguirle y en el silencio escuchamos las balas que nos amenazaban… en el silencio conversamos con la “hermana muerte” que vendría más temprano a nuestras vidas de lo que creíamos. Pero eso, gracias al silencio, se nos posibilitó pensar en Dios y pensar en nuestro amor a él y a la humanidad.
Hoy, verán muchas más cosas que nosotros. En nuestro tiempo llegar a ver un periódico extranjero y escuchar una noticia de otro lado del mundo era un privilegio… no todos los días se veía eso.
El problema es que hoy verán y escucharán mucho… pero con eso mismo han querido “enmudecer la voz del llamado de Dios”.
Pero todavía no lo hacen…- saltó Faustino- recuerdo que a mí me quisieron dar un silencio obligado mientras íbamos en el camión al lugar de nuestro martirio. Pero para mí, no era hora de silencio, era hora de gritar y gritar el nombre de Dios, Cristo, María y la Santa Iglesia… sólo me callaron con los golpes en la cara y las balas que entraron en mi pecho.
Yo creo – continuó Faustino- hoy al sociedad actual quiere callar a los jóvenes que quieren hablar de Cristo y de Fe, no se los dice tan explícitamente, sino que les ofrece cosas para distraerles e hipnotizarlos. Y bien que lo hace, pero creo, que debe haber un grupo de jóvenes que la pasión por la humanidad y por Cristo, los hará tarde o temprano levantar su voz, y rogaré a Dios que salgan de nuestras comunidades, donde pueden compartir con otros y donde pueden aprender que hay hermanos y hermanas que esperan palabras de aliento, esperanza, consuelo y sobre todo palabras de Anuncio de Dios.
Para ti Pepe, nuestro abrazo y sigues nuestras oraciones, para ellos, los jóvenes de tu país: ¡Fuerza y a seguir a Cristo!
Gracias, y hasta la vista.
Al despedirme, veo a la salida del pueblo el río Vero que atraviesa algunas calles de la ciudad, en mi interior tarareo aquella canción que sonó en el festival claretiano de Chile del año 1992 y que a tantas generaciones de chicos cautivó y movió por conocer un poco más de estos 51 claretianos.
“Río Vero que llegaste al mar
Adornado con la sangre vuestra,
Cuenta al mundo lo que cuesta amar
Defendiendo siempre una bandera…
Río Vero mis hermano son
Ya lograron cruzar el umbral …
Y sus nombres son sendas de luz sobre la tierra….”
(letra y música: Eduardo Huerta,cmf)
Pepe Abarza, cmf